En el blog que apunto con el dedo hay otra tortilla igual de sabrosona.

sábado, 10 de abril de 2010

REFLEXIONES DE SEMANA SANTA (Por Juan Masiá)

Escrito por: jmc el 03 Abr 2010 - URL Permanente


Lunes Santo: Cristo del Perdón

Hoy sale en procesión, en Murcia, el Cristo del Perdón, mi cofradía desde pequeño, heredada la tradición de mi abuelo. Evoco el himno que entonamos durante el quinario:
“Alta la sangrienta frente, baja los ojos al suelo. Es su mirada clemente firme y luminoso puente entre la tierra y el cielo”
“Alta la sangrienta frente”, el Cristo del Perdón eleva los ojos al cielo para recibir energía del Dios Padre y Madre. Y, a continuación, la difunde con su mirada sobre la humanidad. “Baja los ojos al suelo” para extender por el mundo una mirada acogedora que sane heridas, extinga crispaciones, desarme extremismos, apacigüe agresividades y facilite encuentros y pacificaciones.


“Es su mirada clemente” un rostro de misericordia. No un ceño condenatorio de juez, ni un dedo sentenciador, sino un rostro misericordioso y reconciliador. Por eso, la meditación de la Pasión no es angustiosa ni oprimente, sino consoladora. Una de las jaculatorias más atinadas de la tradicional oración Anima Christi decía así: “Pasión de Cristo, confórtame”.
No se debe exaltar el dolor por el dolor, ni caer en el “dolorismo” de algunas manifestaciones exageradas de la religiosidad popular. No tiene más mérito quien más sufre, ni Dios envía el dolor como castigo, ni tampoco lo planea para sacar bienes de él. No, Jesús no nos salva gracias a la cruz, sino a pesar de ella. Nos salva porque, a pesar de ser el inocente crucificado, está vivo para siempre en Dios y es la base de nuestra esperanza.
“Es su mirada clemente, firme y luminoso puente entre la tierra y el cielo”. He meditado estos versos de su himno ante el Cristo del Perdón y me ha parecido escuchar de sus labios tres palabras: una palabra de lucidez, una palabra de acogida y una palabra de misión.
La primera es una palabra de lucidez: “Mírate ante mí, me dice, y reconoce que tú también eres responsable.” Al escuchar esta palabra ya no puedo autojustificarme, ni decir, “los malos son ellos”. Si todos nos sentimos víctimas con las víctimas, también es cierto que, en la medida en que hay en mí rencor, odio o venganza, algo tengo que me asemeja a los agresores.
La segunda es una palabra de acogida. “Deja de mirarte a tí mismo, me dice, y mírame a mí que te acojo.”.Al escuchar esta palabra ya no puedo autocondenarme. No hay lugar para culpabilizarse patológicamente. Su buena noticia es sanación.
La tercera es una palabra de misión: “Sube aquí junto a Mí, me dice, y mira cómo se ve el mundo cuando se lo contempla desde la cruz.” Hay que dejar de mirarse a sí mismo para pasar dirigir la mirada a un mundo tan lleno de crucificados a los que hay que descolgar de sus cruces.
Sale uno de esta meditación de la Pasión animado y confortado. Su mirada clemente deja un poso de calma y serenidad y envía a la praxis de liberación, pero sin agresividades, desactivada ya toda crispación...
(Publicados en RD)

Martes Santo: Jesús choca con las jerarquías

El martes es día de conflictos, controversias y destrucción. Largos capítulos 12 y 13 de la tradición evangélica según el guión de Marcos.
Frondosa la higuera estéril: solo hojas, sin fruto (Mc 11,20), como la religión establecida de su tiempo y como tantas liturgias muertas del nuestro.
Jesús enseñaba “sin carnet”, “sin licencia”, “sin papeles”, “sin credenciales”. Le increpan los de la Comisión X.: “¿Con qué autoridad hablas, teólogo sin censura? Cállate, Nazareno, y pasa primero por nuestra oficina, a que te pongan el sello” (cf. Mc 11,28).
Los jerarcas querían componendas y compromisos, pagar la mitad a Dios y la mitad al César. Jesús les dice: “No, devolved a Dios lo que es de Dios. Devolvédselo vosotros y que se lo devuelva también el César. Devolved a Dios el pueblo pobre que le habéis arrebatado. Devolved al pueblo pobre sus derechos, que le habéis arrebatado”. Y dice Marcos que “se quedaron de una pieza” (Mc 12, 17).
Cuando contó lo del asesinato del heredero de la viña “estaban deseando echarle mano, porque se dieron cuenta de que la parábola iba por ellos; pero tuvieron miedo de la multitud y, dejándolo se marcharon” (Mc 12, 12). Planearon cargárselo por la espalda: en secreto, invitando a que lo delataran, fomentando la denuncia falsa y el acoso moral, pagando traición y testigos embusteros acusadores(cf.Mc 14, 58).
A la viuda joven la obligaban a casarse siete veces, tratándola como posesión y mercancía para los cuñados y máquina de procrear para esos incansables sementales, que la dejaban agotada y muerta en vida. Pero Jesús cree en el Dios de vivos y fuente de vida, que quiere que hembras y varones resuciten de la muerte a la vida con una dignidad igual tan grande que se metaforiza llamándoles ángeles (Mc 12, 24).
Los que memorizaban filacterias, catecismos y catálogos de normas canónicas, patrocinados por Caifás, el Grande, no entendían el espíritu del Nazareno, que siempre se hizo el Pequeño y decía: “No sea así entre vosotross, no os emborrache el poder” (Mc 10,43). Lo entendió uno de ellos que, a pesar de ser jerarca, comprendió que lo importante es el mandamiento único: “Amar con todo el corazón,...” (Mc 12 32). Y el Nazareno le dio la razón: “No estás lejos del Reino de Dios” (Mc 12 34). “Amor quiero, no crispación. Nada de sacrificios, sino mucha compasión”, tarareaba Jesús con aire de saeta.
Le invitaron a una reunión de banqueros y empresarios, en buena relación con Caifás, el Grande. Pero Jesús, el Pequeño, no cayó en la trampa y denunció a quienes “devoran la hacienda de las viudas” (Mc 12, 41).
Con conflictos como estos, intentaba Jesús, aquel martes antes de su ejecución, invitar a abrir los ojos: “”Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: Espabiláos, despertáos, desengañáos, basta ya de vivir dormidos, medio muertos, anestesiados...” (M c 13, 37).

Miércoles Santo: Malenas y Judas


Miércoles Santo. Prólogo a la Pasión con Malena y Judas. Unción que anticipa la sepultura. Presume de dinero para los pobres quien luego traicionará por treinta monedas. Muchas Malenas, en plural. Muchos Judas, en plural.Todas y todos dentro de cada uno...
Malena es trasparencia. Judas es manipulación. Malena apoya abiertamente sin tapujos, no se avergüenza de cantar I do not konow how to love him...
Judas traiciona en secreto, manipulando a escondidas, manipulador a su vez manipulado. Lo tremendo es que es uno de los de dentro. La traición viene de dentro. Todos los via crucis terminan en "La Colina"...“Uno de vosotros...” (Mt 26, 20-25). “Si mi enemigo me injuriase... Pero eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, juntos íbamos entre el bullicio por la casa de Dios” (Salmo 55, 14). “El hermano pone zancadillas y el prójimo anda difamando” (Jer. 9,3).
Malena es gratuidad y dedicación. Judas es interés e indiferencia. “A los pobres los tenéis siempre con vosotros”. No dice los váis a tener, sino los tenéis ahora (éjete, en griego). Leía equivocadamente (¿o interesadamente?) este texto evangélico un rico financiero. Pertenecía este “presidente” a cierto movimiento de espiritualidad conocido como “de comunión diaria matutina, explotación cotidiana y brindis vespertino”. Interpretaba la frase evangélica diciendo que los pobres no van a desaparecer nunca y que, por tanto, no hay que exagerar lo de los pobres, aunque lo diga el mismísimo Papa (Este señor solamente es fiel al Papa, al que invita a bendecir sus fundaciones, cuando habla de defender dogmas a capa y espada, en eso no hay quien le gane; pero que no le nombren “lo social”, que huele a teología sospechosa).
Pero la frase de Marcos es de una ironía deliciosa. Dirigiéndose a los discípulos, que no están habitualmente con y entre los pobres (y con ellos, a nosotros, que tampoco estamos habitualmente con y entre los pobres), les dice: “Vosotros estáis ya siempre con el pueblo pobre, lo tenéis entre vosotros, mejor dicho, estáis donde el pueblo pobre está, estáis de su parte y véis el mundo desde ahí. Estáis ya haciendo por y con los pobres más que si ahorráseis estos trescientos denarios para dárselos”. Claro, como es evidente que los discípulos (como la comunidad de Marcos y como la nuestra) no están habitualmente en esa postura, la frase de Jesús es irónicamente incisiva, proféticamente interpelante.
Pero, ¡ojo!, no dividamos el mundo maniqueamente en Malenas y Judas. El punto de la perícopa es que Malena somos todos y todas, Judas somos todos y todas. Solamente leyéndola así, se convertirá esta narración en antropología y evangelio. Antropología, porque me dice quién y cómo soy yo. Evangelio, porque me da la buena noticia de quién y como es Jesús, que me acoge, sabiendo mejor que nadie lo que tengo de Malena y lo que tengo de Judas. Me descubre mi Malena en lo mejor de mi interior y me libra del Judas que mora en mi propio corazón...
(Foto de la torre de la parroquia jesuita de Rokko, en Kobe, Japón, vista a través del cerezo en flor, justo para la semana pascual)

Jueves Santo: de la casulla al delantal

 

La casulla para liturgias solemnes, bordada esmeradamente por las monjas de clausura, resplandecía grandiosa, pero pesaba una barbaridad.
(Torre de la parroquia jesuita de Rokko, en Kobe, Japón; flor del "ciruelo de cera": Chimonanthus praecox)) El pobre capellán sudaba la gota gorda los días de fiesta. Como era bajito, al hacer genuflexión se esfumaba su figura, mientras la pesada casulla se sostenía en pie como en escaparate de Corte inglés.
Para el Jueves Santo, la sacristana había preparado un paño de género de toalla, no menos pesado que la florida casulla, hasta con borlas y flecos de cenefa. El capellán, horrorizado, decidió darles una lección y dramatizó una parábola. “Vuelva a su asiento, hermana, que me arreglo yo solo”. Dijo, y se preparó a solas para la misa.
Cuál sería la sorpresa de la asamblea cuando lo vieron aparecer en al altar con un batín blanco de hospital y, sobre él, un delantal de cocina azul marino. “La paz de Jesús, hermanas y hermanos”, anunció sonriente y, tras leer el evangelio del lavatorio de los pies, lo comentó en ocho minutos, con gran regocijo del pueblo, que bosteza en los sermones largos.
El versículo 4 del capítulo 13 del guión de Juan dice que “Jesús dejó el manto y echando mano de un delantal se lo ciñó a la cintura”. El torero, al cambio de tercio, cambia la seda por el percal, y Jesús cambia el manto por el delantal (“perdonen el ripio”, dijo).
En el versículo 12 “toma el manto de nuevo y se queda recostado en la mesa”. ¿Ven ustedes? Deja el manto y toma el manto como “deja su vida para recobrarla de nuevo”; lo había dicho enigmática y simbólicamente en el capítulo 10, verso 17. Pero lo interesante es que no se quita el delantal. Es el símbolo del servicio. Les había secado los pies (Jn 13, 5) con ese delantal a los discípulos. Ahora le valdrá de servilleta en un apuro.
En todo caso, Jesús siempre en plan de faena. Abba trabaja a todas horas y él también (nos encarga que pongamos “él” con minúscula para recalcar el servicio...). Y dijo el capellán: “Hermanas, hermanos, oremos juntos y animémonos mutuamente a construir una comunidad que pase de las casullas a los delantales”.
La gente salió muy contenta, además de impactada. (Pero dicen los cotilleos que la marquesa y el marqués de Villapostines, siempre en el primer banco, se chivaron al presidente del dicasterio de liturgia por infracción de rúbricas...).
Nota: El cronista averiguó de dónde le vino la idea al capellán. Era un cura sencillo que, además de vivir inserto en el barrio y ponerse el delantal para fregar sus platos, estudiaba la Biblia por las noches. Había leído a Juan Mateos, El Evangelio de Juan, p. 597, que dice:
“Como se ve por el paralelo entre el principio y el final (13, 4 y 12), Jesús, al volver a la mesa, no se quita el paño, señal de su servicio, que culminará en su muerte, pero continúa para siempre. Sin embargo, al volver a la posición de persona libre (se recostó a la mesa) con el paño puesto, muestra que el servicio prestado por amor no disminuye la libertad ni la dignidad humana.
Se integra ahora en el grupo de iguales que ha creado con su gesto. Los ha hecho libres. Pero no ha dejado él de ser libre y señor. Con su pregunta: ¿Comprendéis lo que he hecho por vosotros?, quiere evitar que se interprete erróneamente su gesto, como un simple acto de humildad.
La frase de Jesús (lit. lo que he dejado hecho con vosotros) señala, en primer lugar, la intención de Jesús de dar a su acción validez permanente para los suyos; pero al mismo tiempo, desde la perspectiva de la comunidad, el recuerdo de una acción que permanece y conserva en ella su vigencia."

 


Viernes Santo: Morir gritando


Mirándote , Jesús, gritando muerte
En tí vemos a Abba vulnerado
Secreto del Amor crucificado
Expirando Espíritu más fuerte
Ninguno de los cuatro evangelistas carga las tintas en el sufrimiento físico de Jesús, al revés que la película de Mel Gibson. La narración evangélica no es una reconstrucción histórica de lo que ocurrió (que ciertamente conllevó esos aspectos torturadores), sino una interpretación de fe pascual.
Pletórica de significados, lo transmite la narración de Marcos, breve y concisa. Destacan los dos gritos de Jesús al agonizar y expirar.
Grita como fuera de sí. Un grito de queja y un grito de victoria.
Un primer grito que protesta: “¿hasta cuándo, hasta cuándo? ¿por qué, Abba, por qué? ¿por qué a mí? ¿por qué de este modo? Es el grito de Job... Es nuestro grito, cuando creemos en Dios, no porque resuelva el mal, sino a pesar de que se calla y no lo resuelve como quisiéramos... Es un grito de queja, fuera de sí ante lo insoportable del silencio de Abba.
Y, al final, otro grito de expiración, el de quien muere “expulsando el último aliento”, “expeliendo (en griego “eksepneusen”) su espíritu, su “pneuma”, entregando su espíritu a Abba y entregándonos su Espíritu.
Si el primer grito era el desesperado “¿hasta cuándo, por qué?, el segundo grito es el que clama: “¡Por fin! ¡Al fin!”. Por fin se llega a un fin que es un comienzo. Aunque al crucificado se le quede todo por hacer en esta vida, su vida y misión sin terminar, sin embargo “todo está consumado y realizado”, no hay que añorar pasados ni soñar futuros. Es el “hoy” del Presente de la Vida. Es la entrada en la otra cara del presente: ya no hay engañó de muerte y vida, sino vida verdadera resucitada. Muerte, resurrección y ascensión son todo uno en el Pentecostés del triunfo del Espíritu.
Muere gritando un grito de victoria, porque morir es salir fuera de sí para extenderse a todo, es salir de sí para entrar definitivamente en el misterio de la Vida. Morir es resucitar: no como re-vivir, sino como vivir plenamente y de veras en la vida de la Vida.
¡Qué bien lo plasmó en su poema testamentario el cura periodista y poeta Martín Descalzo!:
Y entonces vio la luz.
La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

(Foto, Cristo de Dalí, co. De Arkangel)

 

Sábado Santo: Entrevista a Nicodemo

 

Tras la entrevista que le hizo Celia, Nicodemo pasó el sábado Santo en silencio contemplando sus rosas de pasión...
Celia es nerviosa y delgada, periodista incisiva, viajera infatigable, ojos de azul interrogante, pluma vivaz y sonrisa traviesa. Se metió en el túnel del tiempo y arribó a Jerusalén en el siglo I. Envía desde el monte de los Olivos su entrevista a Nicodemo, al que pide unos minutos para un encuentro.
Celia: Hola, Nico, ¿te puedo tutear?
Nicodemo: Para un Matusalén como yo, es un placer que me hables así, preciosidad.
Celia: Pues estás hecho un joven, piropeando. ¿Era así como empañabas las lágrimas de las chicas de Jerusalén, cuesta arriba por la Amargura?
Nicodemo: Calla, hija, calla, no me recuerdes aquel via crucis, qué pesadilla...
Celia: Al que le pesó fue a Cirineo, que tuvo que cargar a la fuerza con el madero y, además de sudar, pasaría una vergüenza...
Nicodemo: Mayor vergüenza para nosotros, el de Arimatea y yo, vergüenza ante nosotros mismos.
Celia: ¿Por qué?
Nicodemo: Lo vimos todo desde lejos. Cuando al fin hicimos el ánimo de acercarnos a la colina de la Calavera, ya estaba en lo alto el Colgado. No nos atrevimos a acercarnos, nos tomarían por simpatizantes. Pero Malena y María, la del Cleofás, allí estaban firmes a pie de horca, una acariciando los pies helados de Jesús y la otra abrazando a la madre para sostenerla.
Celia: Si les avisan a tiempo, seguro que arman un lío la noche antes a la puerta de Comisaría. Bien calcularon los jefes atraparle a media noche. Por cierto, tú estarías en el despacho de la Curia cuando se firmó el vale para las treinta monedas.
Nicodemo: Ni vale, ni recibo, niña, esas cosas siempre se hacen con dinero negro, en secreto y ...manipulando. Que no se sepa quién tira la piedra y esconde la mano.
Celia: Bueno, pero verlo lo verías.
Nicodemo: Y por eso aún me remuerde la conciencia.
Celia: Y la noche de la bofetada en el juicio ante Anás, ¿también votaste?
Nicodemo: Fue bochornoso. A los testigos falsos les habían pagado mucho más que a Judas, para que reunieran firmas contra Jesús por ateo y blasfemo.
Celia: En mi siglo lo harían por la web, que así se alcanza a más gente en menos tiempo.
Nicodemo: Yo me salí del aula, con la excusa de ir al baño, y no voté. Por la escalinata me crucé con Juan, que tenía paso franco por amistad con los secretarios. Se tapaba la cara con la esclavina para disimular el llanto. Yo también rompí a llorar. Sofocado, abrí la ventana en busca de aire fresco y vi en el patio a Pedro, que también lloraba. Cantó el gallo y me entró un escalofrío... Justo en ese momento le sacaban, estuve a punto de bajar los ojos, pero no me dio tiempo, él me miró y, con las manos atadas, esbozó el gesto típico de señalar hacia arriba...
Celia: ¿Hacia dónde?
Nicodemo: Es una clave secreta entre nosotros dos. Lo comprendí enseguida. Tres años antes pasé una noche en su casa. Torta de harina con miel y brindis con leche de cabra. la conversación se prolongó hasta la madrugada, yo preguntaba largamente cosas difíciles y él respondía con frases cortas, fáciles pero enigmáticas. “Nicodemo, me dijo, te sobra cabeza y te faltan entrañas, tienes que volver a nacer”. “¿A mis años, Maestro?” “Sí, a tus años, Nico, dejarte dar a luz desde arriba”, dijo, y señaló al lucero del alba por la ventana de su buhardilla. Entonces no lo entendí, pero cuando le abrieron el costado, después del ultimo grito con que expiró, se me abrieron los ojos. Brotaban aguas con gozo de las fuentes de la salvación, era un chorro de Espíritu que nos transformaba. Por eso fui corriendo hasta Pilato con el de Arimatea, había que conseguir los restos y enterrarlos, había que dejar atrás la muerte y el miedo, porque él ya había resucitado desde el patíbulo, aquello solo eran restos,despojos... él ya estaba más allá de esta vida y esta muerte, en la Vida de las vidas, el era El que Vive, rompió aguas la Ruah y renació resucitado el Cristo a golpe de lanza, renació desde arriba y nos hace renacer a todos y todas hacia arriba... Quienes pidieron crucifixión violenta no se daban cuenta de lo que hacían: exaltar su renacer pacífico.
Celia: Aludes a quienes pidieron su muerte. Ahí hay algo que no me cuadra. ¿Cómo cambió la gente tan radicalmente en tan poco tiempo? El domingo gritando “¡Hosannna! Y el viernes pidiendo: “Crucifícalo, crucifícalo”. No se explica.
Nicodemo: la explicación es bien sencilla, Celia. No eran los mismos. Si hubieran sido los del “Hosanna”, se lían a tortazos con los guardias. Pero no eran ese grupo, no les dejaron acercarse. La plaza se llenó, como en las grandes concentraciones y demostraciones, con los que habían traído de los pueblos pagándoles con una merienda para que gritasen “Crucifícalo”.
Celia: En mi siglo también los traen de provincias en autobuses pagados por el partido. Pero es para que den vivas con banderas del otro régimen.
Nicodemo: Es lo mismo, Celia. Cuando oigas vivas y alabanzas, pregunta contra quién van los gritos, como diría en el siglo XX Miguel de Unamuno (que, por cierto escribió un magnífico ensayo sobre mí). Ya dijo el Maestro: “Muchos dicen Señor, Señor, pero...”
Celia: Gracias, Nicodemo, ahora te dejo y corro a por el helicóptero, que me ha invitado Paloma Borrero y mañana tengo que cubrir una asamblea multitudinaria en la plaza de san Pedro y transmitir en directo la ceremonia de Pascua en todos los idiomas, sobre el fondo florido de los tulipanes holandeses y los lirios del Aventino.
Nicodemo: Pues yo me quedo aquí. prefiero pasar la Pascua en soledad y meditación, practicando un poco de Zen (con el Koan del maestro: ¡¡¡renacer desde arriba!!!), mientras contemplo en el jardín la rosa de pasión. Ella me hace presentir en cada instante la Presencia de su Vida resucitada en todos los momentos presentes... Con razón subió arriba para expandirse y llenarlo todo (¡qué bien suena en griego!:ina pleróse ta panta... Eph 4,10).

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